Y no, no ha sido casualidad: se trataba de incidir en la humillación a las creencias religiosas de una mayoría social para remarcar el sello de una ultraizquierda que, como base de su proyecto de demolición del vigente modelo social típicamente occidental (como tal, de raigambre cristiana), aspira a desterrar de la vida pública y privada a su odiado catolicismo (o más bien, al cristianismo en general); al que, en pos de ese objetivo final, se pretende laminar paulatinamente haciendo uso de este tipo de grotescas campañas de desprestigio.
Pero el tiro bien puede salirles por la culata, porque de esta forma muestran su verdadera cara intolerante y totalitaria por su falta de respeto a unos sentimientos religiosos, para más inri, profundamente arraigados en el seno de la sociedad española; y por mucho que presenten semejantes exabruptos como ejercicios de una libertad de expresión que, como cualesquiera otros derechos y libertades, tiene sus límites en la ley y, precisamente, en las libertades de otros; y que, en consecuencia, no ha de amparar el insulto, la afrenta y el ataque a otras libertades individuales, como las de culto y conciencia religiosa.
Sea como fuere, como oportunamente ha resaltado el portavoz del PP en el Ayuntamiento de Barcelona, Alberto Fernández Díaz, a buen seguro que estos 'ultraprogres' jamás se atreverían a dar rienda suelta a su calenturienta imaginación contra el Islam. Y es que resulta muy fácil ser blasfemos con quienes nada tienes que temer, pero harto difícil ser héroes con quienes amenazan con quitarte la vida.
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