Aunque, afortunadamente, empieza a no ser
noticia que el paro baje, sí es de justicia resaltar que los últimos datos de la Encuesta de Población Activa plasmen un descenso sin precedentes: concretamente, en más de 310.000 personas durante el
segundo trimestre del año, lo que supone la mayor caída trimestral de
toda la serie histórica. Además, se han generado más de 400.000 empleos
netos, cifra que no se conocía desde nada menos que 2005, en plena
expansión económica.
Asimismo, en los últimos doce meses el
empleo creció en más de 190.000 personas, la primera evolución positiva
desde que comenzó la crisis. Todo lo cual lleva a que la tasa de paro descienda por fin del 25%: exactamente, al 24,47%; porcentaje, aunque inflado (porque es innegable el peso de la economía sumergida, sobre todo en las regiones del Sur y el Levante), todavía
inasumible en un país desarrollado como es el nuestro y que nos indica lo muchísimo que queda todavía por hacer en
este terreno.
Sea como fuere, son guarismos que confirman el
muy positivo cambio de tendencia en el mercado laboral español; no tanto
por el hecho de que descienda el paro y se cree empleo en un
periodo especialmente favorable, sino por la intensidad con la que se
está haciendo, capaz de batir todas las marcas. Y una vez más cabe
destacar que la economía española genere puestos de trabajo, y a un ritmo inusualmente alto, con un
aumento del Producto Interior Bruto inferior al 1%, cuando antes era necesario crecer entre
el 2 y el 3%: por tanto, y sin desmerecer el peso y la importancia de otras reformas económicas estructurales, bastaba con modernizar, flexibilizar y, en suma, liberalizar mínimamente un
rígido y burocratizante sistema laboral (básicamente heredado del paternalista franquismo, por cierto) para hacer posible lo que antes se
consideraba una auténtica quimera.
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