El de las rancias proclamas anticlericales,
que denuncia los acuerdos con la Santa Sede... siempre que está en la
oposición; el del republicanismo de boquilla, que sin embargo desde el
Gobierno jamás ha tenido empacho alguno en utilizar la Monarquía
para sus intereses partidistas; el de la política económica basada en
el intervencionismo, el gasto público desbocado, disparar el déficit y,
con todo ello, contribuir a generar paro y, en general, crisis que luego
otros deban encargarse de afrontar y arreglar; el que es incapaz de
mantener un mismo discurso en toda España sobre la nación y la
Constitución, más preocupado de no molestar a unos nacionalismos
separatistas ante los que no ha abandonado sus consabidos complejos y
con los que aspira a pactar para 'echar a la derecha'; el que cierra sus congresos y conferencias alzando el puño y cantando 'La Internacional', antigualla que llegó a ser adoptada por Lenin como himno oficial de la Unión Soviética, ese histórico faro de la democracia y las libertades... En efecto, nada
nuevo bajo el sol. Ha vuelto, si es que alguna vez se ha ido, el PSOE,
el de siempre: el que desde la oposición no se para en barras y llega a
amenazar la estabilidad institucional con tal de alcanzar el poder, y el
que desde el Gobierno arruina la economía y empeora hasta extremos
insospechados el panorama político y social.
Lo peor: una
supuesta alternativa de Gobierno que, lejos de evolucionar hacia una
socialdemocracia moderada y nacional como la alemana, apesta cada vez
más a naftalina. Lo mejor: que los españoles, sobre todo los que tengan un mínimo de memoria, sabrán claramente a qué
atenerse cuando acudan a las urnas.
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