jueves, 22 de diciembre de 2011

ESPAÑA TIENE POR FIN GOBIERNO

La aparatosidad, las piruetas y los fuegos de artificio dejarán de caracterizar a la política nacional. Por fin España, tras soportar durante siete años y medio las ocurrencias e improvisaciones de una patulea de ineptos y tarambanas, tiene un Gobierno digno de tal nombre; como tal, y aunque acaben logrando mejores o peores resultados, que se ocupe de los asuntos puramente concernientes a la 'res publica', y no de tenernos entretenidos y revueltos. Independientemente de la opinión que particularmente nos merezca cada uno de ellos, todos los nuevos Ministros tienen sus carreras, por supuesto terminadas, e incluso varios de ellos sus oposiciones sacadas, empezando por el presidente del Ejecutivo; la práctica totalidad presenta una dilatada experiencia de gestión, ya sea política, ya sea en el ámbito privado; además, en la confección del recién nacido Gabinete no hay ninguna concesión a la imposición de cuotas de ningún tipo: sus miembros lo son por su valía y competencia y, obviamente, por contar con la confianza de quien los nombra, pero no atendiendo a un reparto en función del sexo o del lugar de origen. Como, además, ha sido siempre hasta el fatal advenimiento del socialismo zapaterista.

En efecto, se trata de un Gobierno a la medida de su presidente, como por otra parte era de prever. Y, por mucho que haya quien se haya apresurado a calificarlo de 'tecnócrata', como si Rajoy hubiese seguido la corriente procedente de Grecia e Italia (impuesta, eso sí, desde Bruselas), nada más lejos de la realidad: solo tres de los trece Ministros son independientes (De Guindos, Morenés y Wert), si bien claramente identificados ideológica y políticamente; el resto son políticos, y la mayor parte de un extenso currículum: ¿qué otra cosa son Montoro, Soria, Ana Pastor, Arias Cañete o incluso el mismo García Margallo? El hecho de que cuenten con amplios conocimientos técnicos no les impide ostentar la calidad de políticos, que es en realidad a lo que se han dedicado tantísimos años, y además en primera línea. Por tanto, el presidente Rajoy sí ha sido consecuente con esa defensa de la noble actividad política que expresara como respuesta a los cambios 'tecnocráticos' en los Gobiernos griego e italiano; que asimismo repitió en el debate de investidura.

En cualquier caso, ni de éste ni de ningún Gobierno podemos esperar que nos saque de la crisis: simplemente, ha de centrarse, nada más y nada menos, en generar las condiciones para que la sociedad civil, que es la que crea empleo y tiene verdadera capacidad para reparar los desperfectos de nuestra economía, lidere la tan ansiada recuperación. Para ello le queda por delante una labor renovadora ingente, que debería guiarse por la siguiente premisa: entrometerse lo menos posible en nuestras vidas; es decir, justo lo contrario del socialismo. Aunque, por supuesto, sus reformas no han de circunscribirse a la economía, ya que nuestra crisis no es tan solo económica: es también política, institucional, y de valores. En este sentido, sería fundamental convertir al nuestro en un auténtico Estado de Derecho, en el que prevalezca la división de poderes (es decir, resucitar de una vez a Montesquieu) y, por tanto, una Justicia verdaderamente independiente como garante de los derechos y libertades de los ciudadanos. Una asignatura pendiente de nuestra democracia que habrá que abordar inexcusablemente.

1 comentario:

Unknown dijo...

Dices bien: ahora tenemos un Gobierno en España que será mejor o peor, pero es que lo que teníamos antes con Zapatero era una caquita de perro caniche con diarrea...