
Los perversos efectos de la absolutización de los paradigmas progres empiezan a percibirse con toda su crudeza. La dictadura de lo políticamente correcto, implacable enemiga de la libertad de expresión, se erige ya como el principal instrumento del zapaterismo para controlar nuestras ideas, nuestras opiniones, nuestros pensamientos. Qué mejor medio además para imponer y hacer realidad ese proyecto de ingeniería social que es norte de su programa político: Todos, absolutamente todos hemos de asimilar acríticamente las pautas y consignas de rigor. Y ay de quien se desvíe mínimamente del camino trazado.

¿Habráse visto semejante afrenta? Pase que haya quien ridiculice a un mendigo en directo, o que incluso provoque un conflicto diplomático burlándose de la pobreza de un país... Pecados absolutamente veniales, máxime cuando sin duda en estos casos se trata de vídeos 'progresistas', viniendo de donde vienen. ¡Pero que esos irreverentes de la ultraderecha opinen sobre ese glorioso festival zeroliano... y que además lo critiquen, cuando el catecismo de la progresía prescribe que sólo cabe dedicarle alabanzas y parabienes!
Ante tamaño delito de lesa corrección política, no hay Estado de Derecho que valga. En consecuencia, como guardián de las esencias que es, el Gobierno, sin esperar a que un juez decida sobre una posible contraposición de derechos, ha actuado de forma inmediata: Condena civil a los sacrílegos, a los que se les aplica la mordaza en forma de multa. Y que cunda el ejemplo.
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