viernes, 17 de marzo de 2017

TODOS CONTRA EL PP Y... LA UNIÓN EUROPEA

En España nos hemos congratulado de que, a pesar de todos los pesares, de la digestión de la crisis y la consecuente ascensión de los populismos en Europa (y no solo), aglutinen en el Parlamento una amplísima mayoría tres partidos (PP, PSOE y Ciudadanos) que comparten la defensa de los principios y valores contenidos en la Constitución... y en la Unión Europea. Pues bien, en la primera oportunidad que ha habido de poner claramente de manifiesto tal supuesto consenso europeísta, este ha saltado por los aires, y de qué manera. Y todo por cumplir un objetivo tan estrecho de miras, visceral y frívolo como es pura y simplemente negarle el pan y la sal al PP y, de paso, propinarle una patada al Gobierno de Rajoy en salva sea la parte... de todos los españoles, de cuyos bolsillos pagaremos los 134.000 euros con los que Bruselas nos multará al día. Y encima, bien que lo han celebrado los padres (y madres) de la Patria que han llevado a cabo tan onerosa heroicidad.

Una vez más, todo ha valido contra el PP: hasta asumir una cuantiosísima sanción que, repito, habremos de pagar entre todos, e incluso situarnos fuera de los Tratados de la Unión Europea, para más inri al día siguiente de quedar conjurada democráticamente una amenaza antieuropeísta que venía de Holanda. Desde luego, el eurófobo Wilders, quién lo iba a decir, ha podido encontrar en nuestro país un consuelo a su derrota en las urnas. En este sentido, y como cabía esperar, Podemos se ha mantenido en este asunto en su preceptiva línea populista, antisistema y contraria a la UE, aunque ello suponga respaldar los privilegios de una auténtica "casta" poderosa y endogámica. Pero, ¿y el PSOE? Bien que ha vuelto a demostrar que todavía adolece de un profundo complejo ante el fenómeno "podemita", especialmente acentuado ahora en pleno proceso de elección interna, y, harto lamentablemente, ha preferido enterrar su fe europeísta con tal de sumarse al discurso fácil, mentiroso y demagógico de la maldad congénita de la derecha, que "recorta derechos de los trabajadores" por eso, porque le encanta fastidiar al prójimo. Como si la prueba del nueve de ser izquierdista "pata negra" fuera situarse, siempre y en cualquier circunstancia, en contra del PP y, a su vez, hacer seguidismo de la extrema izquierda chavista. Así les va.

Hasta los nuevos "liberales" (ay qué risa) de Ciudadanos no han tenido a bien convalidar un Decreto que, amén de plasmar una directiva de la Unión Europea, abría al mercado y la libre competencia un sector tan monopolístico, cerrado y gremial como, a estas alturas del siglo XXI, sigue siendo el de la estiba portuaria. Han preferido refugiarse en una vergonzante y cobarde abstención antes que mantener su posición de respaldo en plena escenificación de "todos contra el PP". Menos mal que su hiperlíder, Albert Rivera, ha sido presentado poco menos que como el político contemporáneo con mayor talla de hombre de Estado desde Adolfo Suárez. Tampoco deja de ser curioso que un partido que presume de su pedigrí españolista y antinacionalista haya dado lugar a que el PNV, único apoyo además del PP con el que ha contado el Decreto de liberalización, se convierta en uno de los escasos reductos de sensatez y responsabilidad en el Parlamento de la nación.

Y es que, a la hora de la verdad, cada cual termina mostrando su verdadera categoría. Aunque mucho ojo: estas mezquindades pueden reportar satisfacciones personales y/o políticas inmediatas, pero, amén del daño gratuito que generan, acaban teniendo muy escaso recorrido; incluso desde el punto de vista meramente político y electoral. Al tiempo.

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