jueves, 22 de noviembre de 2012

ASÍ SE NEGOCIA EN EUROPA

'En Ámsterdam tuve que escuchar todo tipo de exigencias que complicaban las cosas, algunas de ellas correctas, otras heredadas del gobierno anterior, y estuve negociando duramente. Era mi primer acuerdo internacional, y no quería meter la pata. José María tenía una cuestión espinosa importante: necesitaba que el tratado reflejara la posición especial de España como receptora de ayuda europea y como país «grande» junto con los demás «grandes», no como país «pequeño». Eso suponía un problema para los otros «grandes», sobre todo para Alemania, liderada por Helmut Kohl. 

Los holandeses intentaron la vieja táctica, apoyados por los alemanes, de dejar para el final las exigencias españolas. La idea era poner de acuerdo a todos los demás para después apretarle los grilletes al que seguía recalcitrante, que, por intimidación o por vergüenza, se veía obligado a doblegarse. «Europa te necesita. ¿Cómo puedes perturbar la estabilidad de Europa en un momento como este? ¿No tienes sentido de la historia? ¿Quieres ser responsable de un fracaso europeo?», etcétera. 

Un montón de viejas patrañas, pero eficaz en un gran número de casos. Pero no con Aznar. Esperaron hasta que todo el mundo se pusiera de acuerdo, incluido yo, y después le ofrecieron un compromiso, ni bueno ni malo. Él dijo: «No, ya os he dicho mis términos». «Ah, sí, pero necesitamos saber tu última palabra», dijeron ellos. «Esa es mi última palabra», respondió. Luego añadió: «Me voy a la habitación de al lado a fumarme un puro». Cosa que hizo de inmediato. 

Lo intentaron todo. Wim Kok fue a verle y le dejó clara su desaprobación al estilo suavemente holandés protestante. Jacques Chirac intentó avasallarle en un estilo muy francés. Por último, Helmut Kohl se puso de pie y trasladó su considerable peso hasta la habitación de al lado, con aspecto de ogro en busca de un erizo. Volvió desconcertado. Inexplicablemente, el erizo se había negado a que le aplastaran. Kohl se volvió hacia mí. «Tú eres nuevo, como él», exclamó. «Ve e inténtalo». 

Fui a la habitación donde estaba sentado José María, tan sólo él con su intérprete y su puro, que estaba fumando como si no tuviera ninguna preocupación en este mundo. Prescindimos del intérprete y hablamos en francés. Le solté una perorata sobre lo importante que era aquello, le dije que aquella negociación pendía de un hilo, que únicamente él podía salvar la situación, y concluí diciendo lo realmente decepcionados que estarían todos, sobre todo Helmut, si él no llegaba a un compromiso. 

«Lo sé. Lo siento mucho», dijo con una enorme sonrisa. «¿Puedes transmitirles un mensaje de mi parte? Diles que ya manifesté en qué términos este tratado era aceptable para España, y lo dije al principio. Y hasta ahora, nunca me lo han vuelto a preguntar. Pero si lo hubieran hecho, les habría dicho que esos eran los términos aceptables para España. Y mira», dijo, sacando algo de su bolsillo, «tengo muchos más puros para fumar». Consiguió sus términos.'  

Tony Blair. Memorias.

Ante la amenaza de reducción a España de 20.000 millones de euros en las partidas del Presupuesto comunitario, urge recuperar el 'estilo Aznar' en las negociaciones con las autoridades de la Unión Europea: enrocarse, no ceder, trasladarse a otra habitación a fumarse un puro si es necesario y no volver hasta, por puro agotamiento y desesperación, arrancar de los demás un compromiso que sea plenamente satisfactorio. Y es que nunca ha sido fácil defender los intereses de España en el panorama europeo, pero un presidente del Gobierno debe tener presente que esa ha de ser la prioridad; y el actual, al contrario que su inmediato antecesor, lo tiene claro.

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