Quien aspiraba a ser Bolívar corre ahora el riesgo de terminar, empero, como uno de los héroes de la epopeya nacionalista: el golpista Lluís Companys, cuya rebelión contra la legalidad de la Segunda República española en 1934 le llevó a la cárcel. Así pues, lejos de verse obligado a dimitir o a renunciar como candidato a presidente de la Generalitat, esa adquirida condición de víctima y perseguido por 'Madrit', por el opresor centralismo español (por mucho que sea el Tribunal Superior de Justicia... de Cataluña el que le acuse de tan graves delitos), le prestigia a los ojos del delirio nacionalista. Hasta el punto de que el batiburrillo separatista que forman los CDC, ERC, Romeva y demás utiliza esta especie de imputación 'épica' para presionar a los antisistema de la CUP e intentar lograr así que se la envainen y apoyen la investidura del gran mártir contemporáneo del nacionalismo catalán.
Y es que, como ha aseverado su compañero de lista Junqueras, la imputación de Mas es la demostración de por qué Cataluña debería ser independiente: en una Cataluña separada de España, los políticos que lideran y promueven la secesión lograrían su objetivo de ostentar un poder incontestable y, por tanto, disfrutar de total impunidad; así, no tendrían que responder ante las leyes y los Tribunales españoles, sino ante la ficción de legalidad que dispusieran a su antojo. En una 'Catalunya Lliure', otro gallo cantaría. Que es, en el fondo, de lo que se trata.
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