Y es que Chaves y Griñán (por cierto, los dos últimos presidentes del PSOE) son dos verdaderos prebostes del socialismo, a los que a Sánchez le resulta mucho más difícil atreverse a tocarles un solo pelo; y más estando delante, o detrás, Susana Díaz, a la que tanto debe el nuevo secretario general del PSOE. Además, tienen a favor la menor repercusión mediática del caso (al menos respecto al de Caja Madrid, por su naturaleza especialmente escandalosa, o a la trama Púnica, que conllevó un despliegue policial espectacular y convenientemente resaltado por las televisiones): al hecho de que a un progre, como tal depositario de una supuesta superioridad moral, se le suele aplicar una exigencia de responsabilidades políticas mucho más laxa que a alguien del PP, derechista y por tanto sospechoso aunque llegara a demostrarse su inocencia, ni Chaves ni Griñán han sido objeto de ninguna detención ni de la correspondiente 'pena de telediario', causa de tantísimos ceses y dimisiones.
Porque en el ámbito mediático-político todavía hay clases, sí. Y de ahí también las diferentes varas de medir.
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