¿A quién le puede extrañar, por tanto, que la extrema izquierda antisistema y revisionista que representa Podemos se niegue a rendir tributo a quien se ha convertido en icono de España y la libertad, principios que no disimulan en aborrecer? Algunos a estas alturas se empeñan en confundir sus deseos con la realidad y en presentar a semejantes ultras como plenamente integrados en nuestro sistema constitucional surgido de la transición democrática, cuando ellos mismos son los primeros que, de palabra y de obra, lo rechazan: hemos de partir del hecho de que sus socios en Pamplona y Navarra son los proetarras de Bildu, y de que tengan como referente a Otegui, además de a sus propios "camaradas" los delincuentes Alfon, Bódalo o incluso Pablo Hássel. Y, por supuesto, en Venezuela continúan defendiendo los desmanes y atropellos de Maduro y el régimen chavista, e insultando a los líderes de la oposición democrática.
Así pues: ¿cómo se iba a identificar la ultraizquierda podemita con Miguel Ángel Blanco? Absolutamente en nada: representan y defienden justo lo contrario. Y en este aspecto siempre se ha establecido una clara distinción entre demócratas y quienes no lo son, por una razón tan poderosa como la de que no se puede ser equidistante entre las víctimas y sus verdugos. Y con Podemos no hay por qué hacer una excepción, por mucho que a algunos les escandalice. Por cierto, resulta especialmente lamentable que sectores del PSOE, de cuyos tantos militantes perdieron su vida a manos de la vesania etarra, se apunten a posición tan mezquina, cegados en este caso por un sectarismo atroz.
En cambio, quienes creemos y defendemos España y la libertad y situamos como referente moral de nuestra democracia a las víctimas del terrorismo etarra, siempre recordaremos con emoción esos días de julio de 1997 que despertaron, conmovieron y movilizaron a la nación española. Y tendremos siempre presente a Miguel Ángel Blanco.
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